“Qué poemario, madre. De esto hablo cuando hablo de zumo concentrado. Maravilla”. Y a continuación adjunté la foto de un poema titulado INFINITO DE JUNIO que decía así:
Un bosque crece en los límites del bosque
y anula el primer bosque. Así, llorarás,
con piedras en los ojos, con manos en las nubes
que recorren la noche. Así, lloraré,
cuando volvamos a vernos, en ese nunca
recubierto de flores. ¿Te imaginas,
lo que hubiese sido nuestra vida
si nuestra vida hubiera sido nuestra?
Algo ligeramente hermoso. Una casa vacía
donde un cerdo celeste recorre mis dibujos,
donde el paisaje siembra su paisaje
y la muerte no existe.
Quería, de alguna manera, visibilizar mi descubrimiento. Compartir esa alegría, mi entusiasmo. Aunque fuera de un modo rápido e informal. Y lo conseguí: hubo pulgares apuntando al cielo y corazones rojos. Algo de baile y amago de celebración. Una empresa difícil, si tenemos en cuenta que competíamos contra gatitos de canela, escotes con mapas sísmicos junto a frases de autoayuda, autorretratos en sepia con sepias, paisajes imposibles, ocurrencias imposibles, pensadores definitivos, ensayos emocionales y demás mandangas. Con todo, debo reconocer que no quedé satisfecho pues el libro (y el poeta en cuestión) merecía mayor detenimiento. O eso me parecía a mí. Y eso hago:
Veamos, este libro recibió en diciembre de 2017 el I Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro. Un jurado compuesto por Manuel Borrás, Jordi Doce, Ada Salas y Julieta Valero, nada más y nada menos, lo quiso así. De esta manera, Rodinás ganaba el prestigioso premio que organiza la Fundación Centro de Poesía José Hierro. Y fue publicado en Marzo de 2018 por la editorial Pre – Textos (como otros muchos premios importantes de este país). Lo diré sin ambages: a mí, Pre- Textos me parece una de las editoriales más fiables, si no la que más hoy en día, de cuantas publican poesía en nuestro país. Y sus ediciones son exquisitas. Son tiempos confusos y conviene tener cerca árboles así. El poemario también ganaría el premio nacional de poesía Jorge Carrera Andrade 2018, por cierto.
Por otra parte, Juan José Rodinás (Ambato, Ecuador, 1979) se me antoja un excelente poeta que, además de los ya mencionados, ha obtenido otros reconocimientos a lo largo de su ya abultada y sólida trayectoria poética. Y lo que, en ocasiones, tampoco tiene por qué decir mucho –todos hemos leído libros premiadísimos que nos han dicho poco o nada- en este caso, sí parecen, por calidad y oficio, galones muy merecidos.
El poemario se encuentra estructurado en seis partes o bloques que son una auténtica delicia. Si bien, en mi opinión, el tercero puede presumir de sacudirte como ningún otro; estos son:
CÓDIGOS SECRETOS DETRÁS DE ZAPATOS COLGADOS EN CABLES DE LUZ
EL BAILE DE LOS QUE SOBRAN
ESE ARGOT EN LOS OJOS DE BOWIE
LA MUÑECA DE CRISTAL
UNA HABITACIÓN EN WESTFIELD ROAD
EL FIN DEL MUNDO
Títulos sugerentes, sin duda, impregnados por una mirada viajera. En ellos el lector encuentra poemas bellísimos con un tono íntimo ciertamente seductor. Y también una claridad emocional apabullante. Casi transparente. Una economía de medios más propios de cierta poesía inglesa pero que no renuncia a la buena digestión de otros maestros latinoamericanos como Vallejo o Borges. El resultado son unos versos plagados de hallazgos, en brillante equilibrio entre la experimentación y la tradición. Versos que emocionan por la potencia de sus imágenes y la tremenda sensibilidad estética, propia también de un gran pintor. No me resisto a compartir algún poema más. Así, al azar. Son tantos los buenos:
BIOGRAFÍA DEL MISMO BIÓGRAFO LIGERAMENTE EBRIO
Estás tirado en tu cama
como un neumático. Y te preguntas cómo
has llegado a estar sobre esta cama sucia.
Bajo este cielo, hay varios eucaliptus muertos.
Ésa es tu respuesta.
Varios amigos muertos que aún viven.
Ésa es tu respuesta.
Varios amores muertos que aún viven muertos.
Ésa es tu respuesta.
Y otro cielo, un lugar donde suceden eucaliptus siderales.
¿Recuerdas los eucaliptus debajo de los cuales te sentabas?
Lo que yo recuerdo es un perro muerto en un jardín deshecho.
¿Recuerdas?
Memoria que me traicionas funcionando.
Persona de mi vida muerta:
«cuídate de aquellos que no quieren dañarte
porque lo harán mañana».
Nada es hermoso hasta que es sólo un sueño.
Nada es hermoso hasta que un ratón
sueña la tabla de los elementos y descubre que uno falta.
¿Uno? ¿Quién es uno? Uno jamás es uno.
Un gorro de cumpleaños perforado por donde escapa
la luz que no existe. Sólo quise explicarte
las palabras que nadie quiso decirme,
que sólo tú podías cuidar y destruir.
En resumen: poesía que invita a pensar y mirar el mundo de un modo distinto. Y, por tanto, poesía -de verdad- necesaria. Pero no necesaria como adjetivo gritón y magreado destinado a una faja y, por tanto, destinado a morir en la basura. Digo necesaria. Como abeja para la vida humana.
Carlos Torrero
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