ENTREVISTA A LOLA GALLARDO, LIBRERÍA RAYUELA INFANCIA
Durante La Noche Mágica los niños y niñas duermen en la librería Rayuela. Se llevan sus sacos y encienden alguna historia a modo de fuego de campamento. Me imagino que será una noche larga e intensa, llena de emociones, confidencias y nervios. Nada menos que dormir lejos de casa, entre las estanterías que albergan los libros que deseas leer, los juegos a los que te gustaría jugar. Por iniciativas así, capaces de hacer brillar los ojos de cualquier criatura, tenga la edad que tenga, Rayuela Infancia es una librería de referencia en nuestra ciudad.
Y es que desde que abrió sus puertas, hace ya más de veinte años, primero en un local en los aledaños de la Plaza Nueva, y más tarde, desde 2004, en la calle José Luis Luque, junto a Las Setas, Rayuela ha visto crecer a varias hornadas de nuevos lectores y lectoras. Dicha labor ha sido reconocida recientemente por la asociación Iniciativa Sevilla Abierta, que en sus premios anuales les ha reconocido la contribución de este proyecto cultural a la modernización de Sevilla.
Hoy a la consulta del Doctor Goodfellow traemos a Lola Gallardo, propietaria junto a Miguel Escalera de Rayuela, para hablar de la grandeza de la literatura infantil, del estado de la cuestión, así como del nacimiento del proyecto, cuando en nuestro país solo dos editoriales contaban en su catálogo con libros para niños. Desde entonces hasta ahora muchas cosas han cambiado.
3, 2, 1...
Lola, antes de hablar de Rayuela, dime, ¿cómo te acercaste a la literatura infantil?
Tuve dos momentos, dos momentos muy diferenciados. El primero fue en las ferias de libros usados. Me gustaba mucho visitarlas y cada vez que me acercaba a un stand, acababa rebuscando entre los libros infantiles que había por allí. De esa época tengo libros muy bonitos, muy curiosos.
El otro momento fue como estudiante de pedagogía a mediados de los años ochenta. Estaba muy influida por autores como Freinet y Ferrer Guardia y acudía a espacios donde se reflexionaba sobre modelos educativos menos directivos, distintos al tradicional. Recuerdo que había escuelas de verano a las que íbamos estudiantes y profesionales de la educación. Estas escuelas se desarrollaban en colegios como el Aljarafe o el Blanco White y fue, durante estas experiencias formativas, cuándo conocí de forma más profesional la literatura infantil y juvenil.
¿Cuándo se os ocurrió a Miguel y a ti crear Rayuela?
Como he dicho antes yo estudiaba pedagogía y cuando acabé la carrera trabajé en programas educativos en la Expo 92 y posteriormente en Cartuja 93. Después me dediqué a dar clases a maestros que se preparaban las oposiciones. Pero yo misma, y aunque tenía mucho éxito con mis clases, no me sentía atraída por opositar y entrar a trabajar en un centro educativo. Quizás porque mis ideas en torno a la educación estaban muy alejadas de las imperantes en aquel momento.
Por otro lado, Miguel, que estudió psicología, tenía un trabajo fijo en RENFE pero no estaba satisfecho con él. Así que poco a poco empezamos a darle vueltas a la idea de iniciar algún proyecto destinado a la infancia, aunque no sabíamos cuál. Hasta que se nos ocurrió abrir una librería especializada. Una auténtica locura, la verdad, una inconsciencia, pero éramos jóvenes y tiramos para adelante.
Para ti, Lola, ¿qué papel juega la literatura infantil en la educación?
Juega un papel fundamental, aunque a veces hay una confusión entre lo que es el aspecto puramente formativo y lo que es la educación de un niño, de una persona. Creo que en el acercamiento a los libros la familia es un elemento fundamental. Si los niños reciben los libros de forma natural, como un placer a disfrutar a solas o con los que le rodean, es difícil que no se convierta de adulto en un buen lector. Sin embargo, puede ser contraproducente entender la lectura y los libros con fines puramente formativos, es decir, con unos objetivos: para que aprenda a leer, para que no tenga faltas de ortografía, etc. Es posible que los niños rechacen ese pragmatismo impuesto desde el mundo de los adultos. El libro no debe ser medio sino un fin en sí mismo.
¿Qué posición crees que ocupa la literatura infantil en la industria editorial?
La literatura infantil tradicionalmente ha estado poco valorada en España. Ni siquiera aún lo está, aunque durante la crisis resistió bastante bien en cuanto a producción y ventas. Aun así, se sigue viendo un escalón por debajo de la literatura para adultos. Esto se percibe incluso en editoriales que tiene magníficos catálogos de libros destinados al público infantil y juvenil.
Se da también el caso de autores que publican para niños porque no se atreven a hacerlo para adultos, como si los niños y niñas fueran menos exigentes, lo cual es un gran error. Por otro lado, para algunos la literatura infantil es un filón, al que se acercan a la búsqueda de beneficios, sin conocimientos ni respeto a la infancia. Buscando tan solo un rédito económico.
Desde que Miguel y tú empezasteis hasta ahora, ¿qué mejoras has notado en la literatura infantil?
En primer lugar, la producción. Cuando abrimos Rayuela apenas había libros infantiles en el mercado. Tenía algo Lumen en su catálogo, empezaba Kókinos. Ni siquiera había una distribución reglada de esos libros. Los pedíamos directamente a la editorial de turno. Pero poco a poco esa producción fue creciendo, sobre todo, con la llegada del álbum Ilustrado a España. Como a tanas cosas, a nuestro país, el álbum ilustrado llegó con retraso y tardó en implantarse. Había cierta reticencia por parte de los padres y madres. Tenía poco texto, algo que chocaba con la idea de que los libros infantiles debían servir para aprender a leer y escribir. También chocaba la propuesta plástica. Se dudaba que el niño pudiese apreciar las ilustraciones. Pero, por suerte, poco a poco se fue implantando y hoy podemos decir que en cuanto a producción y calidad España está al mismo nivel que otros países de nuestro entorno.
¿Y percibes algún retroceso con respecto a la literatura destinada a los más jóvenes?
Bueno, se observa cierto oportunismo en el sector. A veces libros con mucha calidad quedan invisibilizados bajo una producción muy grande o por el efecto de las redes sociales en las que se recomiendan muchos libros infantiles atendiendo, más que a criterios de calidad, a su utilidad, a un mensaje concreto, muchas o determinados valores que queremos inculcar a los niños.
Hay un cierto repunte de los libros con un mensaje moralizantes. Siempre han existido libros con mensajes o con un tema, susceptible de una lectura más enfocada hacia un objetivo formativo en la educación de los niños y niñas.
El problema no es, sin embargo, que tenga un tema o un mensaje. El problema es que el libro se quede ahí, que no vaya más allá.
Asimismo observo cierto interés por mostrar a través de los libros infantiles un mundo amable, muy blanqueado…Y si puede ser rosa, mejor todavía.
La sobreprotección de los niños y niñas de la que tanto se habla, ¿cómo se refleja en la elección de libros para ellos?
Hay un exceso de control sobre la infancia y, como dice Tonucci, si no le damos espacio no pueden crecer. Con la mejor de las intenciones se quiere controlar todo lo que les sucede y evitarles cualquier cosa que pueda dañarlos. Algunos padres buscan libros para sus hijos libres de malos y villanos. Y si hay lobos tienen que ser buenos, nada de lobos feroces. No queremos que el niño tenga miedo, pero el niño ya tiene miedo, el miedo está dentro de él y lo que necesita es enfrentarse a ese miedo. A través de los libros ese miedo puede tener cara, ojos, cuerpo, en definitiva, materializarse de forma que el niño pueda enfrentarse a él, vencerlo. A veces cuesta hacer entender esto a determinados padres.
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